El African Trader

El African Trader en 1937

El primer rescate de exiliados

En el artículo publicado por David Rubio en Apedia Memoria de Alicante, aparece la siguiente información sobre el primer viaje del African Trader al final de la guerra.

(https://alicantepedia.com/comment/reply/7425)

El capitán Lanza permitió la subida a bordo de 67 refugiados, de los cuales 21 eran marineros (todos o casi todos extranjeros) que se habían quedado varados en tierra porque sus barcos habían sido destruidos por la guerra y se integraron en la tripulación del African Trader. El mercante zarpó a las 17 h del 22 de febrero en dirección a Orán. Al día siguiente, cuando ya estaba próximo a llegar a su destino, fue sorprendido por una violenta tormenta. Por esta razón tuvo que atracar en el puerto de Mazalquivir, donde pasó algunas horas resguardado. Finalmente llegaron a Orán el 24 de febrero. Al día siguiente de su llegada todos los refugiados fueron obligados por las autoridades francesas a trasladarse a Marsella mediante el barco Sidi Bel Abbes a excepción de los 21 marineros (pues fueron considerados tripulantes del African Trader), de 3 pasajeros que tenían familiares residiendo en Argelia y del pasajero Muley Raysuni (pues era de nacionalidad marroquí). Aún así éste último también prefirió subir al Sidi Bel Abbes, si bien tuvo que pagar un dinero por el viaje. Esta lista ha sido confeccionada gracias a un informe redactado por el comisario policial del Puerto de Orán (cuyo nombre desconocemos) fechado a 27 de febrero de 1939. Este documento está digitalizado en la web www.barcosdelexiliorepublicano.com.

REFUGIADOS:

 NOMBRE                               DATOS BIOGRÁFICOS                                      EDAD

María AhumadaBoliviana. Viajó con su marido y 5 hijos39 años
Antonia AjenjoLimpiadora. Viajó con una sobrina y un sobrino-nieto56 años
Julia AjenjoViajó con un hijo y una tía28 años
Amalia Alonso 38 años
Luisa Álvarez 20 años
María Álvarez 52 años
Filomena AtesEnfermera32 años
Leopoldina Bassadone 33 años
Mercedes Carmona 40 años
Dolores CánovasViajó con un hermano17 años
Enrique CánovasViajó con una hermana13 años
Enrique CentenoComerciante. Cubano63 años
Paulina Chivite 36 años
Carmen de la FuenteViajó con 2 hijos33 años
Dolores DíazViajó con 2 hermanas27 años
María DíazViajó con 2 hermanas26 años
Teresa DíazViajó con 2 hermanas28 años
Benigna García 38 años
Bernardino GomarizAgente comercial62 años
Hernández de la FuenteViajó con su madre y hermano4 años
Hernández de la FuenteViajó con su madre y hermano2 años
Rosa María JavaloyesViajó con su madre y 2 hermanos21 años
Javaloyes* 14 años
Javaloyes* 13 años
Fernando LafitaViajó con una hermana15 años
Pilar LafitaViajó con un hermano18 años
Juan LluchViajó con su esposa (María) y 5 hijos45 años
Lluch Ahumada** 14 años
Lluch Ahumada** 14 años
Lluch Ahumada** 8 años
Lluch Ahumada** 5 años
Lluch Ahumada** 2 años
Alfonso PalmaViajó con una hija67 años
Mercedes PalmaViajó con su padre23 años
Consuelo Pardo 31 años
Lucía Pareja 59 años
Jerónimo PauneroProfesor61 años
Perales*Viajó con su madre (Vicenta)14 años
Pérez*Viajó con su madre (Isabel)1 año
Dolores Povedano 24 años
Juana Ramón 28 años
Muley Mustafa RaysuniAbogado y terrateniente. Marroquí. Soldado republicano46 años
Isabel***Viajó con su hijo (Pérez)21 años
Rosa***Viajó con 3 hijos (los Javaloyes)42 años
Vicenta***Viajó con un hijo (Perales)60 años
Ajenjo****Viajó con su madre y una tía-abuela1 año

Visto en À Punt

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El pasado 5 de octubre à punt (la nueva televisión valenciana) emitió un magnífico reportaje sobre los niños del exilio donde se habló del Stanbrook, el African Trader y algunos de los niños que tuvieron que huir de la guerra en esos barcos. El reportaje está dirigido por el periodista Vicent G. Devís y puede verse en la web (https://apuntmedia.es/va/a-la-carta/programes/vist-en-tv/punt-docs/05-10-2018-els-bracos-del-capita-dickson) donde también hay material extra.


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El último pasajero del African Trader


Dámaso Rico se exilió en Argelia con apenas 10 años de edad junto a su madre Esperanza Rodríguez y su hermano Mariano Rico de 16 años. En España se quedaron atrapados su padre y su hermana pequeña. Su odisea comenzó en Benidorm a mediados del mes de marzo de 1939 y siguió en una espera de 11 días en el African Trader, después en la prisión de Orán, posteriormente en el Campo de Concentración de Carnnot (para familias) y finalmente en Ben Chicao. 9 años después su madre pudo traer de la España de Franco a la hermana de Dámaso, que había sido enclaustrada en un convento. Después de la II Guerra Mundial se instalaron en la localidad de Blida donde empezaron una nueva vida. Su testimonio aclara algunos detalles del viaje del African Trader y el posterior exilio, visto con los ojos de un niño inquieto que recuerda todo, como si hubiera ocurrido ayer.

–¿Dámaso, cómo viviste los últimos días de guerra en Benidorm?
–En plena guerra estábamos alerta todos los días. Que si los fascistas habían entrado a tal sitio, o a otro… Todos los días venían a bombardearnos. Pasaban sobre la isla de Benidorm, veíamos al que llamábamos “El Zapatones”, un hidroavión al que seguía una escuadrilla de Junkers que bombardeaban Alicante.
–¿Y cómo os exiliasteis?
–Aprovechamos un coche militar que llevaba pescado, lo apalabramos dos o tres días antes de que partiera el barco, que partió el 19 ó el 18 de marzo. Todo se hizo gracias a gente que conocíamos y el boca a boca, porque no había ni wassap ni todas estas cosas que hay ahora. Mi madre lo negociaba todo.
Subimos al barco (African Trader) con mi madre y mi hermano Mariano,  que estuvo después en el desierto [Campos de trabajos forzados]. Porque mi hermana se quedó en Torrecaladó, Murcia, en un colegio de niñas.
–¿Qué recuerdas del barco que os llevó a Argelia?
–El African Trader era un barco muy viejo y (el olor) de las bodegas picaba la nariz, porque habían traído trigo y llevaba carbonilla –polvo de carbón–. El trigo florecía y fermentaba. La tripulación, me parece que era griega. Dormíamos encima de la chapa del barco con una manta o lo que traíamos, porque hubo que tirar maletas y todo al agua, porque no nos dejaban llevar más, porque decían que no iba a haber sitio. Después iba el barco medio vacío. Dormíamos encima de la chapa que tenía unos remaches como puños.
–Supongo que las condiciones de vida en el barco serían difíciles, había poca comida, piojos,…?
–¿Para los piojos? En la ropa llevábamos alcanfor, en una bolsita de trapo poníamos un poquito de bolas de alcanfor, (nos lo colgábamos) con un imperdible, porque así los piojos no venían.
–¿Recuerdas el accidentado viaje del African Trader?
–Nos salió el Canarias. Íbamos navegando y de repente salieron unos barcos por el horizonte, por Málaga o un poco más lejos. Y empezaron a hacer señales de morse (con luces) y los chiquillos no sabíamos nada, ni los mayores, pero ellos (los tripulantes) sí sabían. Y el barco empezó a dar media vuelta y 2 fragatas se acercaron, una a cada lado del barco, nos iban a dirigir para que nos volviéramos otra vez, a Baleares o a otro sitio, que si no volvíamos nos hundían. La gente estaba escandalizada, los hombres aterrorizados empezaron a romper papeles, pasaportes, identidades y a tirarlos al agua, creyendo que nos iban a hundir. Para nosotros los chiquillos era una aventura.
La tripulación (del African Trader) eran protectores nuestros. Fueron nuestros protectores. Y nos llevaron ahí.  Nos decían riendo: “Allez espagnols gandula, gandula” Que quiere decir que os van a dar (los franceses) que había que levantarse y andar por allí…
El capitán fue muy listo. Se fue alejando, alejando,... que si una vuelta, que si por aquí, o por allá… y también empezó a llamar. Vinieron unos barcos de control de Gibraltar, eran los barcos que cerraban el estrecho de Gibraltar, porque estaba la cosa que iba a estallar la II Guerra Mundial. Llegaron unos barcos que eran ingleses, pero nosotros no sabíamos, veíamos los cañones que los ponían enfrente y no sabíamos. Después nos enteramos. Estábamos en aguas internacionales, nos acompañaron un poco más lejos. Y (los barcos del bando franquista) se tuvieron que marchar. El Canarias, sobre todo me acuerdo del Canarias.
Vimos Orán. ¡Tierra! ¡tierra! Es muy parecido a Alicante. Hay también un castillo grande. Castillo de Santa Bárbara. No nos dejaron entrar en el puerto. Echaron las anclas y vinieron (la autoridad portuaria) porque las querían cortar con soplete y dejarnos a la deriva. Porque también nos rechazaron. Nos dejaron fuera. Estuvimos 11 días en el barco. Y a los 11 días cogieron a las mujeres y a los niños, y nos llevaron a la prisión civil de Orán en camiones. Con Senegaleses, que eran soldados, con la cara cortada  (en vez de tatuajes se hacían cortes). Las gentes del SEPA, les dan un (fusil) y lo que les dicen, lo hacen.
El African Trader estuvo mes y medio en la rada del puerto ¿Cómo fue el desembarco?
Bajamos del barco por la escala (del remolcador). Mujeres, niños,… como podíamos poníamos un pie en tierra y el otro en el camión. Y del camión a la prisión civil. Una prisión vieja, rota, desafectada, no tenía techo… Nosotros los chiquillos, lo que digo siempre: a jugar a manos arriba, a esto, lo otro.
Bajamos por una escalerilla lateral, de esas que se mueven, que están con cuerdas, colgadas al lado del barco. Se movía por  todas partes. Subimos a unos camiones que estaban reculados con lonas, de la aviación de Francia… Llegamos a la prisión de Orán y nos dicen “a desembarcar”. Al entrar allí con una maquinilla (nos cortan) el pelo al cero. Todos. Mujeres y niños. Los hombres se quedaron en el barco. Nos daban una pellada de jabón de pasta, como pomada, negra encima de la cabeza nos la pegaban y: “a la ducha”. Había dos o tres hombres con uniforme como de falange que pinchaban a uno y a otro con la misma aguja. Y a las mujeres lo mismo. La ducha era como un pasillo con un tubo arriba con muchos agujeros, como los lavacoches, y salimos por el otro lado, había 2 que eran como los jefes con un montón de ropa, como la que hay aquí de Cáritas. A mí y a otro nos vistieron de chica.
–Estabais junto al Stanbrook y el Lezardieu en el puerto de Orán, esperando a que os dejasen desembarcar ¿Qué recuerdas de los días que estuviste en el barco?
Vimos que venían muchas barcas alrededor del barco. A vendernos cosas, con una cuerda y una cesta y no había dinero. (Pedían) pesetas de plata. Si tenías una peseta de plata podías comprar algo: un pan,… Y otros venían a ver y cobraban a la gente por venir a remo alrededor del barco para enseñarles que iban a venir “los rojos”.
También con 4 ó 5 sombreros de paja metidos unos encima de otros, los cogían y tiraban de una cuerda con ganchos para que repartiéramos hasta a quien le llegara. Igual estábamos 100 ó 200 y solo había 3 sombreros.
Había un chico que era periodista y se tiró de la chimenea (del Stanbrook) a la chapa del barco y se mató.
–Muchos pasajeros cuentan que tuvieron que pagar por embarcarse en alguno de estos barcos ingleses, ¿Tu familia tuvo que pagar?
–Pagamos 500 pesetas. Mi madre pagó 500 pesetas el día de antes. Unos días antes lo habían negociado. Creo que fue en la Casa del Pueblo de Alicante. Sé que fue mi madre.
–¿Vuestro destino era Argelia?
–El objetivo del viaje era México. Íbamos a donde pudiéramos, era salir de allí y el rumbo era México, o Colombia. Mi madre se había comunicado por escrito con un embajador. México iba a recoger a muchos refugiados.
–¿Cómo conseguisteis la documentación?
–Esto empezó en Benidorm, en la alcaldía. Se llamaba Roig el alcalde de ese momento. Ahí hacían todo eso (documentación). Porque nos íbamos a ir 2 ó 3 días antes en un barco de pescar merluza, pero se rajaron. Nos íbamos los comprometidos, el alcalde,… gente que sabía que si (los franquistas) llegaban les fusilaban. Pero falló (el pesquero) y las mismas personas se organizaron, negociaron... En Benidorm.
–¿Cómo fue la salida de la prisión de Orán?
–Fuimos a una colonia de vacaciones, tenía estadio de fútbol, era donde pasaban las vacaciones los chicos franceses, que también gestionaron los maestros. Pero ahí hubo lío y mi madre y las otras dijeron que no. Que si no iban todos no iba ninguno.
–¿Y adónde os llevaron?   
Pues venían de repente, sin saber nosotros nada. Habían dado la orden los que dirigían los campos. “Allez” “Vaciad las colchonetas” y todos a vaciar las colchonetas. Y ya nos olíamos algo. Íbamos andando o nos llevaban en camiones a un tren, pero un tren para borregos, y no sabíamos adónde íbamos. Viajábamos toda la noche y se paraba en una estación y se quedaba parado (el tren) varias horas en una estación. Y los soldados senegaleses alrededor para que no escapáramos. Y después resulta que llegamos a un sitio y a andar otra vez, siempre con los senegaleses con las bayonetas caladas, no nos dejaban.  Llegamos ahí (Campo de Concentración de Carnnot) y había unos barracones de madera. Cabía 14 o 15 en cada barracón. Habían traído con un camión hojas de maíz, era con lo que llenábamos las colchonetas, o con paja.
Estuvimos poco tiempo. Un día vienen otra vez y nos dicen “Allez, recoged todo que nos vamos otra vez” , a Ben Chicao, en invierno, en plena nieve, en la Cabilia. Aquello había sido una granja parada, abandonada, desafectada.
Estuvimos 3 años, yo tenía 13 años,  luego nos soltaron en Blida, cuando acabó la guerra.
Mi hermana estaba en España. La recuperamos 9 años después. Ahora vive en Niza. 

David Coronado 
¿Mercenarios o héroes?

Muchos historiadores y exiliados han escrito sobre el capitán del Stanbrook y la proeza de haber llenado hasta la bandera su pequeño vapor con más de tres mil refugiados de Alicante a Orán a finales de marzo de 1939. Otros capitanes hicieron cosas parecidas aquellos días al acabar la guerra y un par de años antes al evacuar el norte de España cuando fue tomada por los sublevados. ¿Hasta qué punto se les puede considerar héroes que se jugaron el pellejo por salvar vidas, o simples profesionales que cumplieron las órdenes de las navieras que habían hecho negocio en tiempos de guerra?

Como argumento principal que respaldaría el carácter mercenario de sus acciones está el hecho de que mercantes como el Stanbrook, el African Trader, el Lezardrieux, el Ronwyn, etc. hicieron negocio trabajando para la República española. Las tripulaciones ganaban un plus por el riesgo que suponía navegar en plena guerra, y ante la petición de las autoridades republicanas o la federación socialista de Alicante de transportar refugiados no se negaron. Fueron profesionales. Y cobraron lo suyo. También sabemos que algunos capitanes como el del Stanhope, el African Trader, el Stanbrook, y el del Ronwyn cobraron, como explica el pasajero Gerardo Bernabeu, cincuenta pesetas de plata por cada pasajero, o Dámaso Rico.

Pero, ¿explica esto que todos aquellos capitanes cobrasen a los refugiados o actuaran simplemente para cumplir órdenes y cobrar su salario? ¿Tenían alguna simpatía o estaban comprometidos con la causa republicana en algún grado? ¿Se puede generalizar y afirmar que lo que hicieron fue sólo por dinero?

En aquellos años de guerra en España y en pleno ambiente prebélico en Gran Bretaña, el trabajar bajo el hostigamiento de la aviación y submarinos italianos y alemanes y los buques de Franco, hace suponer que no tuvieran una gran simpatía hacia los sublevados pues les hacían la vida imposible. Muchos mercantes habían sido abordados y atacados como el Stanwell en Tarragona. La situación llegó al límite con la captura del Stangrove (mercante de la misma compañía que el Stanbrook) que acabó con la tripulación detenida, el buque destrozado, y su capitán muerto. Algunos capitanes habían sido torpedeados por submarinos alemanes y habían sobrevivido a naufragios en la primera guerra mundial como el capitán T. B. Greenhalgh, y como asegura el escritor Rafael Torres, el capitán  A. Dickson.
También se podría aventurar que el fin de la República suponía para estas navieras la pérdida de su cliente y socio principal y que ante un último encargo lleno de riesgos, como era recoger a miles de refugiados con los puertos bloqueados, lo mejor sería regresar a casa y evitar perder otro buque. Pero sabemos que no lo hicieron. Y no fueron fríamente "profesionales". Los últimos días de marzo los mercantes británicos hicieron todo lo posible para rescatar republicanos: esperaron cerca de los puertos para aprovechar despistes, o que los barcos del bloqueo se averiasen. O se la jugaban cuando aparecía la aviación italiana o había mala mar para entrar o salir de los puertos. De la misma forma cuando eran perseguidos en alta mar se resistieron, no se dejaron capturar y que se llevasen detenidos a los republicanos que se exiliaban y quitarse el problema de encima. Si por ejemplo al African Trader le ordenaron dirigirse a la base de Cádiz, el capitán pidió auxilio y puso rumbo a Gibaraltar donde hubiera buscado refugio. Finalmente fue socorrido por un buque de guerra británico que salió del peñón. Y si un buque franquista disparaba a algún mercante británico, no se arrugaban ni se dejaban capturar situándose en una posición neutral o equidistante. Incluso con el el Stanbrook con la línea de flotación muy hundida, escorado peligrosamente a babor, el capitán dio un rodeo para evitar al Cervera y al Canarias y los submarinos que rondaban aquellas aguas.
Otro argumento a favor de estos capitanes es que dentro de su discrecionalidad llenaron sus mercantes, ¿todos? No. No todos. Existe la excepción que confirma la regla. El capitán del Maritime que estaba con el Stanbrook en el puerto de Alicante la misma noche, sólo permitió que embarcasen 32 pasajeros (altos funcionarios y políticos del régimen) en vez de varios miles que podía haber acomodado en su enorme cubierta, cumplió la orden en los términos que dictó su conciencia. Fue el único caso. También se cuenta que el capitán Dickson no hizo caso de su armador Jack Billmeir y llenó el Stanbrook de refugiados.

Tampoco la remuneración de los capitanes y su tripulación es un argumento que refuerce el carácter mercenario de estos capitanes. En el caso del capitán Dickson, según Rodolfo Llopis, se le prometió unos doscientos francos. Salario normal para un capitán mercante, poco si se tiene en cuenta la odisea del viaje y la llegada a Orán. Sobre si cobraba a los pasajeros que subieron a este barco hay testimonios que lo afirman, el de Antonio Marcos Botella, que en su libro “La odisea del Stanbrook” cuenta que a él y a sus compañeros les pidieron 20 duros de plata. Otro testimonio es el de Ricardo Serna que afirma que pagó 200 pesetas, pero no a la tripulación, sino en la sede de un partido político: Izquierda Republicana. Seguramente los primeros que embarcaron al Stanbrook habían pagado su "pasaje" y les estarían esperando de forma ordenada. Lo sorprendente es que una vez embarcados estos pasajeros, el capitán Dickson al ver aquellas dos mil y pico personas desamparadas, sin otro medio de huida, algunos suicidios, la aviación italiana que se acercaba, etc, diera un paso y cambiara de parecer. Es en ese momento en el que salió el héroe que reivindicamos, pues por su cuenta y riesgo dio la orden de llenar su carbonero hasta la bandera y vaciar el muelle. Es esta mayoría de personas, las que no pagaron por subir y que pudieron salvar la vida, las que siempre se han referido al capitán del Stanbrook como un héroe.


 Telegrama que informa de la captura del Stangrove


¿Qué tipo de personas eran aquellos marinos?
Sabemos que algunos capitanes cobraron a los refugiados que huían, y una cantidad elevada de dinero, pero generalizar y decir que todos hicieron lo mismo no es justo, hay testimonios que muestran lo contrario.
Conocemos  el testimonio del capitán Wheler Bush del buque de guerra Devonshire que al poco de zarpar de Mahón con refugiados, tuvo que rescatar a algunos desesperados que llegaron tarde y se lanzaban al mar para nadar hasta ellos: “Fue una horrible visión, siendo un verdadero milagro que ninguno de ellos pereciera ahogado. Tuvimos que bajar la escalerilla para subirlos a bordo” (sic)
El consejero de la Marina escribió una emotiva carta de agradecimiento en nombre de la República al capitán T. B. Greenhalgh del Stanbridge, que en agosto de 1937 en el puerto de Gijón sufrió un bombardeo mientras descargaba gasolina de su petrolero. El barco milagrosamente no se perdió pero sufrió muchos daños. Poco después evacuo a un millar de personas, la mayoría mujeres y niños a La Pallice (Francia). Vio como otro barco con refugiados fue capturado. Era veterano de la Gran guerra, había sufrido un naufragio pero lo que vio aquellos días según sus palabras: le horrorizó.
También está el caso del capitán William Richards, un viejo lobo de mar de casi setenta años que se negó a abandonar su barco. Su tripulación fue detenida y según la autopsia murió por una conmoción cerebral tras chocar el Stangrove contra las rocas del puerto de Palma de Mallorca, un día de temporal y tras estar quince días detenido, incomunicado y sin carbón para gobernar el buque. No portaba refugiados aquel día de febrero tan sólo había entrado en aguas que las autoridades franquistas consideraban de su jurisdicción. Seguramente se la tendrían jurada. Se resistió a que lo abordaran y a abandonar el barco. Cuando le dejaron marcharse su tripulación subió a bordo y se lo encontró muerto en su camarote. El asunto llegó al parlamento británico y provocó un acalorado debate y la queja del Foreing office al gobierno de Burgos.
El también galés, el capitán del Stanbrook Archibald Dickson escribió una carta al diario “Sunday Dispatch” (*el original de la carta está disponible en el enlace de wikipedia, por ejemplo)) explicando su situación en Orán tras evacuar a los refugiados españoles. Su redacción refleja a un hombre conmocionado por la avalancha de refugiados que se encontró en el puerto de Alicante, parece un hombre honesto y de gran humanidad, que igual hubiera evacuado a refugiados del otro bando si hubieran estado en peligro. Sus palabras no están teñidas por ninguna filiación política, tan sólo parece un hombre bueno. Podría haberse negado a hacer el viaje alegando que había un bloqueo en el puerto, o llevarse solo a cincuenta, o doscientas personas junto a las mercancías que había en el muelle (lentejas, naranjas y azafrán) y cumplir con el encargo, pero vio algo que le conmovió y le convenció. También sabía cómo las gastaban los que habían ganado la guerra, así que si tenía dudas, que las habría tenido (incluso dice que intentó viajar a Madrid para consultar a su armador), decidió llenar su pequeño vapor de refugiados, vació el muelle y unos minutos antes de que llegasen unos aviones a bombardear Alicante zarpó, jugándose la vida en un viaje casi suicida.
Cuenta García Margalejo en sus memorias que megáfono en mano en un mal español intentaba tranquilizar a los refugiados apiñados en el muelle: “¡Calma, calma! Yo prometer no dejar nadie en el muelle… ¡yo cumplir!"
Si hubiera sido un simple mercenario, ni hubiera entrado al puerto, ni se hubiera molestado en escribir aquella carta, ni menos en esos términos, ni hubiera cargado el barco hasta el límite de su flotabilidad, Rodolfo Llopis lo hubiera dejado escrito o denunciado en el congreso celebrado en julio de ese mismo año en Orán, o los pasajeros que han publicado su testimonio lo hubieran dicho.

De todas formas, a estas alturas ¿importan mucho las dudas sobre estos marinos?
El Stanbrook, fue el último mercante, cargado como una patera, sus pasajeros representaban a toda la sociedad republicana, su accidentado viaje, la pesadilla de la cuarentena (que nos recuerda la leyenda del holandés errante) y su hundimiento por un submarino alemán pocos meses después,.. Todo, hacen de él un mito y a su capitán un héroe. Y cuando algo se convierte en un mito, o un hombre corriente en un héroe, es difícil argumentar o añadir algo que lo cuestione o minimice. Puede que existan dudas o sombras sobre el capitán Dickson, o los otros capitanes, como plantean algunos investigadores, o como les calificaba la prensa de extrema derecha alemana y francesa de la época, que sin tapujos les denominaba "Piratas modernos". Es bueno replantearse las cosas e investigar, no dar por bueno nada, y acudir a las fuentes originales. Pero cuando algo o alguien se convierte en mito los historiadores e investigadores se quedan a un lado, (aunque tuvieran razón), y el mito pasa a formar parte de la memoria colectiva, la literatura, el cine, y las historias que cuentan los padres a sus hijos... La guerra de España es nuestra guerra de Troya, como el western es el género épico de la conquista del oeste americano. Todavía no han eclosionado las novelas, poemas, leyendas, ni películas que narrarán lo que nos pasó entonces. Está por venir.
A los que se quejan de que hay demasiadas novelas o películas sobre nuestra guerra, tan sólo decirles que lo visto y leído hasta ahora sólo ha sido un aperitivo. Han pasado los años necesarios, ya han muerto los protagonistas, vivimos el tiempo en el que se están forjando los mitos y los héroes de aquel episodio de nuestra historia. Como por ejemplo el mito del capitán Dickson. Y es que tanto Dickson, como W. Richard, Bartlet, Wheler Bush o tantos otros, eran hombres corrientes que hicieron cosas extraordinarias en tiempos extraordinarios.

David Coronado


El Stanbrook atracando en Orán, y el capitán Archibal Dickson en el Stanbrook.
* http://web.archive.org/web/20160313045155/http://elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200904/01/internacional/20090401elpepuint_1_Pes_PDF.doc